Fotografía: Edén Torres 

Las calles de la capital hidalguense se abarrotaron de cientos de espectadores que se engalanaron del tradicional desfile de Catrinas y Catrines en su segunda edición que superó  expectativas, gracias a la participación de 8 mil estudiantes que lucieron espectaculares y elegantes trajes cada uno con su toque peculiar.

En punto de las 18:00 horas arrancó el desfile por las principales calles de la cuidad para admirar a los personajes ataviados como la calavera garbancera de José Guadalupe Posada, o de la elegante Catrina de Diego Rivera.

El contingente mortuorio causó expectativa entre propios y extraños que no dudaron en sellar este momento con una fotografía o con un video para presumir la tradición de Día de Muertos que se vive, goza y se disfruta en estado.

Además de la procesión de Catrines y Catrinas, el desfile se nutrió de carros alegóricos y autos clásicos alusivos a la fecha que desvió las miradas de los presentes que se deleitaron con obras creativas donde se enalteció a la muerte.

Fue así como los colores, la música, las flores y la danza fueron los protagonistas de este desfile, que estuvo integrado por 29 planteles educativos de la cuidad que lucieron sus mejores atuendos y perfectos maquillajes para honrar a la muerte.

Durante el recorrido por las calles de Allende, Guerrero y Juárez,  las bandas de guerra y la música de banda le pusieron un toque especial al desfile, pero sobre todo el ritmo que logró que fuera todo un ambiente festivo, que tiene como propósito preservar esta tradición propia de México.

Además de desfile tradicional, en el Reloj Monumental se  colocaron una serie de ofrendas de muertos que lucen con el colorido y aroma de la flor de cempasúchil, que podrán ser apreciadas por los visitantes durante la celebración de Día de Muertos.

Las ofrendas fueron realizadas por las diferentes dependencias del gobierno municipal, que recordaron a los mineros que fallecieron, a policías caídos, a ciclistas, a hombres que forjaron el Pachuca actual y a las mujeres asesinadas en la ciudad con un altar cubierto de cruces rosas.

Entre tablas rítmicas, bailes, brincos, gritos, porras y muchas sonrisas, los pachuqueños convivieron con la muerte, con el regocijo de la fiesta y las costumbres que aún perduran en Hidalgo.

 

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