Cuaresma/Covid

 

Los cuarenta días son característicos en la historia de la humanidad: se sabe es aislamiento de personas durante este tiempo, quiere decir 4 veces diez; incluso en la informática cuando se encuentra un troyano, se le pone en cuarentena.

Esto lo ha venido proponiendo el ser humano para evitar contagiarse y sobre todo para llevar el proceso de sanación.

Decimos que está en cuarentena la mujer que da a luz, un infante cuando padece alguna enfermedad contagiosa como el sarampión, la viruela o escarlatina; esto sucede porque debe haber un proceso biológico y en el caso de los católicos la cuaresma es un aislamiento personal y espiritual de cada uno con Dios.

Hoy nos toca vivir experiencias nunca antes vistas, ir a la iglesia por tu botecito o bolsita con ceniza para que la impongas a los que amas… a mis 46 años de vida, con tantas cosas descubiertas a nivel científico y tecnológico, no doy crédito que un virus nos mantenga en el aislamiento total.

Me parece inverosímil vivir los actos de piedad a la sana distancia, me cuesta trabajo no escuchar los coros de la iglesia, ver las bancas acordonadas, círculos marcando la distancia y responder amén con cubre bocas no es alentador.

Sin embargo, los católicos no dejamos de practicar nuestra liturgia adaptándonos a las medidas sanitarias de las autoridades, quienes no precisamente tienen una estrategia bien establecida al respecto del cuidado de nuestra salud.

El líder católico, mejor conocido como el Papa Francisco, exhorta a vivir las tres virtudes teologales de fe, esperanza y caridad: la fe para vivir en la verdad, la esperanza como agua para sentir el alivio de la frescura en el alma y la caridad que se transforma en alegría, “porque mis hermanos viven y gozan de la plenitud que solo Dios sabe dar”.

Esto lo menciona para que llevemos a cabo nuestro propio caminar espiritual, nadie lo vive por nadie, cada uno es responsable de su propia persona.

Hoy nos da este mensaje porque estamos corrompidos, somos egoístas y pensamos solo en el yo que no nos deja ver el sufrimiento de los demás.

Hoy vivimos injusticia, corrupción, burlas, discriminación, malos tratos y todo nos parece normal, por ello debemos empezar a practicar acciones en beneficio propio y de los demás; esa es la dicha perfecta, dijera San Francisco de Asís.

Seremos sobrevivientes de un naufragio colectivo. Hoy nos sentimos dichosos por estar vivos y desde luego seremos más compasivos, empáticos y comprensivos.

La esperanza somos tú y yo en el aquí y ahora, aislémonos estos 40 días meditando, reflexionando y haciendo actos para convertirnos en nuestra persona favorita.