Hagamos la paz y no la guerra
Hoy, a nivel social, nos aqueja mucho la violencia, destrucción y masacre en Ucrania; algunos tienen sus posturas muy definidas entre la ideología política y si se acepta o no a Ucrania en cierto grupo, o si se rechaza.
Toda una polémica es el tema. Lo cierto es que muere gente inocente y se están disolviendo familias a causa de una guerra sin escrúpulos.
Pero hablando de escrúpulos: ¿dónde comienza toda esta falta de valores? ¡En casa! No hay otra respuesta.
Padres de familia consentidores que no les inculcan el mínimo valor del respeto, que celebran sus “bromas” cuando son majaderos; padres de familia que cuando les notifican que sus hijos agreden o hacen algún daño, en lugar de reparar el daño, los justifican.
Otros padres de familia enseñándoles a mentir, cuando les cuestionan por su conducta porque no se aceptan ni ellos mismos; sin duda alguna otro número significativo de padres de familia frustrados, creen que a sus hijos se les agrede por todo y por nada, manifestando maltrato psicológico, cuando en realidad quienes están limitados son ellos.
La guerra está en el corazón de cada ser humano que miente, minimiza sus errores, desvaloriza a los demás, oculta sus malas intenciones, es desleal, hipócrita, insensato y que se cree la mejor persona del mundo.
Así forman los padres de familia a sus hijos en estas generaciones, porque los sobreprotegen de algo que ni siquiera existe.
Su realidad es tan distinta a la realidad del universo, que viven distorsionados y creen ciegamente estar en lo correcto.
Si de verdad queremos evitar guerras, formemos el corazón de los niños hoy, para tener buenos ciudadanos mañana.
Si tus hijos mienten, rechazan, viven sin límites, estás a tiempo de reivindicar el camino: redirecciona la vida de valores de tu familia, revisa si realmente estás formando seres humanos íntegros, felices y que aporten a la vida acciones que permitan vivir en plenitud y armonía.
Hagamos la paz y no la guerra desde nuestro entorno, para que permee en la humanidad.