Fotografía: Especial
Una de las formas más efectivas para detener el incremento de la violencia escolar en infantes, también conocido como bullying, es necesario que los padres de familia generen vínculos afectivos de calidad, pues esto les permitirá detectar oportunamente las conductas que pudieran llegar a tener sus hijos para así actuar de manera oportuna y evitar que el acoso escale.
El profesor investigador del Cuerpo Académico Consolidado Salud Emocional del Instituto de Ciencias de la Salud (Icsa) de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), Rubén García Cruz, explicó que la dinámica social de hoy está afectando la consolidación de vínculos afectivos estrechos a nivel familiar.
Pero al poseerlos, esto permitirá a los padres de familia prestar atención a los cambios de conducta que tienen sus hijos, que ante cualquier sospecha habrán de indagar para identificar si el infante es acosado e incluso si es un acosador, esto con el propósito de tomar cartas en el asunto e impedir que estas conductas se vuelvan perjudiciales y se afecte el sano desarrollo del infante.
Para cualquiera de los casos se recomienda a los padres de familia estar atentos y receptivos y no delegar la educación a la escuela, pues hoy en día se cree que la escuela es la encargada de educar en todos los sentidos al infante, por lo que debe aclarar en todo momento qué tipo de conductas son o no permitidas en la familia para que puedan reflejarse en las otras esferas sociales, aunque ante conductas marcadas se debe acudir con un psicólogo para que pueda dotar de las herramientas necesarias para corregir la conducta.
En caso de que sean infantes acosados
Las señales de alerta que deben ser tomadas en cuenta ante la sospecha de que son acosados es cuando la o el niño presenta miedo, ansiedad, tiene pérdida del sueño o duerme mucho, tiene un rechazo persistente de no querer ir a la escuela, presenta manos sudorosas, sienten tristeza o no quieren hablar, principalmente.
Ante esto los padres de familia deben ser empáticos y establecer espacios cómodos para una adecuada comunicación donde se escuche sin interrumpir el relato del infante para que pueda transmitir lo bueno y lo malo; pero sobre todo de no minimizar su dolor, decirle que exagera las situaciones o culpabilizarlos sin indagar más allá.
Pues se les debe hacer sentir que están arropados sin caer en la sobreprotección, pues esto podría causar dependencia y podría limitar problemas a futuro donde los infantes ya no serían capaces de resolver por sí mismos los problemas.
Ante esto los padres de familia deben acudir a la escuela para investigar cómo se comporta la o el niño en la escuela, de involucrar al personal educativo para conocer los protocolos de atención; pero sobre todo de no estimular los actos agresivos o de represalias.
En caso de que sean infantes agresores
Para el otro lado de la moneda, cuando un infante es el acosador se deben investigar las causas, las cuales casi siempre están al interior de la familia, donde el clima es muy disfuncional y es necesario indagar cuáles son las frustraciones y conflictos que están experimentado los infantes, que si no se atiende a tiempo pueden presentar problemas fuertes de autoestima porque desde pequeños fueron agredidos.
Ante este escenario los padres deben ser muy receptivos cuando los maestros les hagan señalamientos respecto a su comportamiento, pues generalmente este tipo de padres no hacen caso ni admiten las observaciones y los estudios revelan que en su gran mayoría son los propios padres los que deben corregir sus conductas primero, pues si ellos no cambian los infantes van a perpetuar este tipo de expresiones agresivas que los acompañarán en su vida.
Por otro lado, consentir demasiado a las y los niños podría originar que al convivir con los demás no los valore y los vea por encima, remarcando las discriminaciones a través del estereotipo.