¡Maestro le llamaban sus amigos!

 

Es para mí un verdadero orgullo ser maestra. Por ello, la columna de hoy la dedico para felicitar a mis colegas maestros, como profesionales de la educación.

En realidad ¿qué implica ser maestro? No solo es la persona que se dedica a enseñar, como dicen algunas definiciones del diccionario, por su puesto que no; ser maestro va más allá de eso: para ser maestro se requiere pasión para poder atender a cada personita a nuestro cargo en individual, porque cada alumno merece atención como individuo único e irrepetible.

El verdadero maestro no solo es transmisor de conocimientos o aquel que planea pedagógicamente un programa que en ocasiones ni contexto tiene.

Ser maestro es formar el corazón; es decir, ayudar al ser humano a tener el equilibrio entre mente, cuerpo y alma.

Además debemos estar al pendiente de que el proceso de aprendizaje y los conocimientos que adquiere lo lleven a ser feliz y vivir en plenitud; ser maestro implica compromiso social en la construcción permanente del conocimiento y no en un producto terminado.

Nada fácil la labor docente, por eso esta vocación no la ejerce cualquiera, de ahí la frase coqueta que dice: “Deja tu lo guapa, soy maestra”; lamentablemente muchísimas personas se dicen maestros y en la práctica no lo son.

Sin embargo, no me voy a enfocar en ellos, sino en los que verdaderamente somos maestros y a quien rindo homenaje de gratitud por su entrega generosa, por su empatía, tolerancia, resiliencia y gran capacidad de adaptación.

Recordemos que de un momento a otro el año pasado a causa de la pandemia los maestros tuvimos que adaptar algún lugar de nuestra casa para convertirlo en un aula virtual, y proporcionar instrumentos tecnológicos adquiridos con el salario del trabajo, al servicio de nuestros queridos alumnos para no detener su proceso educativo.

Y aún así todavía hay quienes no tienen empatía con nosotros y expresan de manera irónica: “Los maestros ni trabajan, están en su casa”; muchos padres de familia hoy ya se dieron cuenta que el problema de sus situaciones a resolver como familia, no es el maestro.

Hace una década y media aproximadamente mencionábamos que estábamos en la postmodernidad de la educación; hoy estamos en medio de la pandemia que cambió nuestro mundo, somos maestros Covid porque aunque no estemos contagiados, tenemos un alto agotamiento al no tener las clases presenciales, también manifestamos sentirnos abrumados ante todos los mensajes de los padres de familia que desean estemos a disposición las 24 horas del día y se olvidan de que también tenemos una familia que atender.

El nivel de estrés ha aumentado considerablemente, ya que de pronto las autoridades educativas exigen demasiado; sin embargo, estamos dispuestos a vencer el desafío de encontrar estrategias para mantener a los alumnos comprometidos con su aprendizaje.

Ser maestra para mí ha sido la experiencia de vida más hermosa que ha hecho de mí una persona en constante evolución; honro la memoria de todas mis maestras que quienes con paciencia y amor formaron mi corazón.

Termino con la frase de mi pedagogo favorito, José Antonio Plancarte y Labastida: “La educación es lo que más ama mi corazón y para lo que vivo”.

¡Felicidades, maestros!