Por: Guadalupe Rodríguez Uribe

 

La alternancia es un fenómeno que en los últimos años se ha dado con mayor frecuencia en México en las elecciones federales, estatales o municipales.

Sin embargo el estado de Hidalgo se había “resistido” al cambio al ser uno de los cinco estados no gobernados por otro partido, sino el hegemónico.

Veintisiete priistas han gobernado Hidalgo desde 1929; es Omar Fayad el último mandatario en esta cadena que por años parecía inalterable solo hasta hoy, pues Julio Menchaca porta el estandarte de la alternancia en Hidalgo y representa para muchos, la esperanza de que todo será mejor.

Pero la pregunta es: ¿qué nos duele a los hidalguenses? ¿Qué le duele a Hidalgo?

La descomposición social, la inseguridad, el desempleo, la corrupción que protege al huachicoleo, el asalto en carreteras y las desapariciones.

Estas “dolencias” no sanarán con un simple ungüentito, pues son heridas sin cicatrizar y algunas bastante infectadas.

Menchaca estuvo muy activo en sus redes promoviendo una nueva cultura del uso racional del agua, caminos rurales dignos, espacios educativos aptos, centros de salud equipados y  potenciar el  turismo; suena bien,  pero sabe a poco.

Son la inseguridad y la corrupción palabras que van y vienen entre reclamos y promesas, y constituyen una deuda con los hidalguenses cuya estafeta ahora está en manos del nuevo gobernador.

¿Le alcanzará para saldar la deuda? El tiempo, solo el tiempo lo dirá. A esperar entonces…