Fotografía: Cris Huerta

 

Alrededor de las nueve de la mañana de este martes, un grupo de pobladores de siete localidades de Ixmiquilpan rompió con la aparente tranquilidad en la capital del estado.

Buscaban algo simple, pero esencial: ser escuchados; querían reunirse con las autoridades estatales para exigir apoyo en la escrituración de sus predios, un problema agrario que lleva tiempo sin resolverse.

Antes de llegar a su destino se toparon con un primer obstáculo, ya que a la altura de Santa Catarina fueron encapsulados por policías estatales.

No se dejaron, y con determinación más de mil personas tomaron una decisión que demostraría su convicción: caminarían los 10 kilómetros que los separaban del Edificio de Gobierno en Pachuca.

El sol no tuvo piedad. A medida que avanzaban, los rostros se cubrían de sudor y las sombras eran escasas; pasaron más de dos horas de esfuerzo inquebrantable, de pasos firmes sobre el asfalto ardiente, con un solo objetivo en mente: llegar y ser escuchados.

Cuando finalmente arribaron a la sede del Ejecutivo estatal, su lucha encontró otro muro, esta vez de hierro, ya que las puertas del Palacio de Gobierno estaban cerradas.

La indignación no se hizo esperar. Golpes contra las rejas comenzaron a resonar en el aire, una manifestación de su exigencia de justicia. No pedían privilegios, solo ser recibidos.

Una hora de tensión después, la resistencia dio frutos. Las puertas no se abrieron para todos, pero sí para 11 representantes de las comunidades que fueron recibidos para exponer su problemática.

El sudor, la caminata y la espera no habían sido en vano. Ahora, su lucha estaba sobre la mesa, y el siguiente paso dependería de las respuestas que obtuvieran.

El día que prometía ser tranquilo terminó con una caminata de resistencia, con mil voces unidas en una sola demanda: el derecho a la tierra, a la certeza jurídica, a no ser ignorados.