Demos el justo valor a las cosas
Hola mis queridos lectores, sé que más de alguno en esta columna no estará de acuerdo en lo que digo al respecto del uso de la tecnología en nuestros hogares.
Resulta que he observado en algunas casas el uso excesivo e indispensable de la famosa «Alexa»; ciertamente es una herramienta sumamente útil para los débiles visuales que con solo hablar les facilita el acceso a ciertas actividades que requieren más atención.
Lo triste es que este tipo de aparatos llega a ser tan exageradamente valorado que se cree sin ellos, la vida cotidiana no tiene estructura.
Conozco personas que se han hecho codependientes de dicho artefacto, como si estuvieran enganchadas con una persona; o peor aún prefieren estar al pendiente del buen funcionamiento de Alexa que de la armonía familiar.
Están más pendientes de la pila de Alexa que de la nutrición de sus hijos, le hacen más caso a los detalles que les puede ofrecer Alexa que a los detalles que les puede ofrecer su pareja; quizá les parezca exagerado e inconcebible lo que les escribo, sin embargo, es una realidad.
Hagamos una reflexión tecnológica y demos el justo valor a las cosas, a las personas y a nosotros mismos.
Recordemos que somos seres perfectos creados a imagen de una divinidad y a veces nos podemos llegar a creer que somos inferiores a objetos tecnológicos, cuando la realidad es que nosotros somos seres maravillosos capaces de ser mucho mejores que cualquier programación o aplicación.
Dejemos de ser dependientes de ese tipo de objetos y démosle el uso necesario y equilibrado.
El extremo no nos va a dejar nada agradable, busquemos el equilibrio entre la tecnología y el disfrute de la vida.