Fotografía: Nelly Téllez

 

La alfarería de barro se resiste a desmoronarse, las ollas, los platos y las cazuelas parecen ya no ser realmente atractivas; pero el amor y la necesidad orillaron a, Silvia Huape Santoyo a incursionar en la elaboración de catrinas elegantes y coquetas, las cuales no pasan desapercibidas a ningún ojo, con lo que se preserva la tradición.

Esta artesana originaria de la localidad de Capula en el municipio de Morelia, estado de Michoacán, diestra en el manejo del barro y con una experiencia de más de 40 años afirma que las piezas hechas de barro comenzaron a perder su valía, las ventas bajaron y la tristeza se apoderó de su corazón.

Pues han sido cerca de ocho generaciones las que han trabajado y vivido del barro, por lo que es un verdadero honor el mantener la tradición; pero ante las nuevas miradas que no valoran el trabajo decidieron reinventarse, de echar a andar la creatividad y la habilidad de las manos para crear catrinas a mano.

Para ello fue necesario preparar el barro como siempre, como se suele hacer para cualquier pieza, golpear con un palo la tierra hasta hacerla fina, agregar un poco de agua, revolver hasta que quede todo perfectamente integrado y dejar reposar por la noche para darle esa consistencia adecuada que permite ser moldeada sin problemas.

A partir de ahí lo único que ocurrió fue dejar fluir la imaginación para crear las catrinas, de adornarlas, ponerlas coquetas y pintarlas, momento a partir del cual decidieron, ella y su esposo, seguir con su elaboración porque también quedaron prendados de su belleza, sin importar invertir para una pieza cuatro días enteros a fin de dejarlas muy seductoras.

Huape Santoyo afirmó que las ventas mejoraron un poco y aunque únicamente vive de lo que vende en ferias de otros estados, sigue haciendo lo que más le gusta, lo que sabe hacer, que es moldear el barro y compartir su amor por las piezas de barro, pues su mayor deseo es que vuelvan a ser valoradas.

 

SJA