Municipio y elecciones en el discurso Carranza de 1916

 

“La división de las ramas del poder público obedece, según antes expresé, a la idea fundamental de poner límites preciosos a la acción de los representantes de la nación, a fin de evitar que ejerzan, en perjuicio de ella, el poder que se les confiere; por lo tanto, no solo haya la necesidad imprescindible de señalar a cada departamento una esfera bien definida, sino que también la hay de relacionarlos entre sí, de manera que el uno no se sobreponga al otro y no se susciten entre ellos conflictos o choques que podrían entorpecer la marcha de los negocios públicos y aun llegar hasta alterar el orden y la paz de la República”.

Discurso de Venustiano Carranza, primer jefe del Ejército Constitucionalista, al abrir el Congreso Constituyente en su sesión del 1 de diciembre de 1916.

 

En su discurso para la presentación del proyecto de Constitución, don Venustiano Carranza abordó muchos temas que aquejaban en ese momento al país. Dos tópicos interesantes fueron su percepción del municipio y de manera general las elecciones que para entonces habían tenido un desarrollo retenido.

Con relación a estos temas el barón de Cuatro Ciénegas abordó: “El Municipio Independiente, que es sin disputa una de las grandes conquistas de la revolución, como que es la base del Gobierno libre, conquista que no solo dará libertad política a la vida municipal, sino que también le dará independencia económica, supuesto que tendrá fondos y recursos propios para la atención de todas sus necesidades…”.

Bajo esta conceptualización se expresó la idea del municipio libre, una figura con gran tradición por haber sido implementada desde la época de la conquista española en la Villa Rica de la Vera Cruz, solo que sus antecedentes no colmaban las aspiraciones del siglo XX, por ello la lucha de establecer la libertad política, encuadrada en elegir a sus propias autoridades y alejarse de las fantasmales figuras de las jefaturas políticas que gozaban de un poder enorme, como lo hemos comentado en anteriores entregas; no obstante, ser figuras intermedias entre las autoridades estatales y municipales.

En la Carta Suprema se consolidaría también la libertad reglamentaria, fundamental en la nueva forma de concebir a la organización básica estatal.

Pero dentro de la propia libertad política, Carranza encauzó su pensamiento al tema electoral, pues señaló: “…Y una buena Ley Electoral que tenga a estos (se refería a los gobernadores de la época) completamente alejados del voto público y que castigue con toda severidad toda tentativa para violarlo, establecerá el poder electoral sobre bases racionales que le permitirán cumplir su cometido de una manera bastante aceptable”.

Como puede observarse, la libertad política del municipio no solo se refiere a la elección de sus propias autoridades, sino a un buen desarrollo de los procesos comiciales.

Continuaba señalando Carranza: “De la organización del poder electoral, de que se ocupará de manera preferente el próximo Congreso constitucional, dependerá en gran parte que el Poder Legislativo no sea un mero instrumento del Poder Ejecutivo, pues electos por el pueblo sus representantes, sin la menor intervención del poder central, se tendrán Cámaras que de verdad se preocupen por los intereses públicos, y no camarillas opresoras y perturbadoras que solo van arrastradas por el afán de lucro y medro personal, porque no hay que perder de vista ni por un momento que las mejores instituciones fracasan y son letra muerta cuando no se practican, y que solo sirven, como he dicho antes y lo repito, para cubrir con el manto de la legalidad la imposición de mandatarios contra la voluntad de la nación”.

Cierto era lo presagiado por el primer jefe del Ejército Constitucionalista, en ese momento encargado del Poder Ejecutivo, una de las primeras tareas de las autoridades constituidas como legislativas sería establecer un poder electoral en donde la natural tentación del presidente de la República no influyera en la organización legislativa, por la naturaleza representativa de quienes son electos por la voluntad popular.

El cierre de este párrafo del discurso es una cruel advertencia al Poder Legislativo que no cumple con su función de ser un auténtico contrapeso del poder, pues advierte el incumplimiento de un mandato dado en base a la teoría de la representación; o como se señalara en algún momento por el destacado político mexicano, Porfirio Muñoz Ledo: “Mandar, obedeciendo”.

 

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