¡Un nuevo año!

 

La humanidad se prepara para recibir el 2022 con entusiasmo y con la esperanza de tener un mejor año en todos los aspectos.

A algunos nos han pegado como nunca en la vida los acontecimientos de pandemia, ya sea en lo económico, en la salud, en lo emocional y podría enumerar otros tantos aspectos.

Estos dos últimos años para todos han sido nada fáciles; los voy a comparar con la persona que cuida de un viñedo.

Los viñedos son extensiones territoriales donde se siembra la uva y requieren de cuidados a veces drásticos como el arrancar lo que puede hacerle daño a la uva; asimismo, pasa con la humanidad: el creador o ser supremo en el que cada uno cree se encarga de arrancar de nuestro viñedo, o sea nuestra vida, aquello que nos hace daño.

Quizá muchas de las veces es incomprensible lo que aparta de nosotros y lamentamos pérdidas, ya sean materiales o espirituales; sin embargo, les invito a reflexionar de corazón para que nos demos cuenta de que lo que ya no está en nuestras vidas, era necesario quitarlo, siempre con la esperanza de que viene algo mejor.

Es como tener el puño cerrado y querer que algo o alguien llegue, y será imposible porque tenemos las manos cerradas y ocupadas; sin en cambio, sí tenemos las manos abiertas llegará algo a ocupar ese vacío.

Por ello es necesario que el viñador arranque lo que ya no sirve, lo que hace daño, lo que es inútil para nosotros y entonces podamos convertirnos en racimos de uvas deliciosos que preparen el mejor vino de la temporada.

Quizá la comparación no te sea tan familiar porque no dominamos el tema; sin embargo, lo comparo de esta manera porque Dios tiene en cada uno promesas por cumplir.

Fuimos creados para disfrutar de todo el universo, para ser felices y se nos ha llegado a olvidar con tantos problemas que desde nuestro punto de vista nos han dejado devastados.

Yo les invito a dar infinitas gracias por lo que se fue, por lo que ha llegado y por lo que aún permanece, porque cada uno de nosotros tiene su propósito de existir, solo es cuestión de descubrir cuál es mi propósito en este planeta.

Ser consciente para qué estoy aquí y ser dócil a las circunstancias que nos toca vivir; quizá debemos practicar el desapego, la humildad, la generosidad; cada uno de nosotros sabemos qué nos falta dar a los demás para ser felices.

El ego se apodera de nosotros y por ello creemos que nos hacen daño, cuando en realidad el daño lo hacemos nosotros mismos.

Mis queridos lectores: les invito a hacer una reflexión desde el corazón, no desde lo material, para que en cada uno se manifiesten las promesas que Dios desde siempre nos tiene preparadas.

La promesa del amor, no de la hipocresía; la promesa de la esperanza, no de la expectativa; la promesa de la abundancia, no de la carencia; la promesa de la plenitud, no de la manipulación; la promesa de la verdad, no de la mentira.

Lo único que se nos pide es confiar y dejar que las cosas fluyan sin forzar a que suceda nuestra voluntad.

Deseo de corazón que este 2022 Dios se manifieste en sus vidas para colmarlos de las promesas que desde la eternidad Él preparó para cada uno de nosotros.

¡Feliz año 2022! Recordemos que lo mejor está por venir.