El valor humano, la dignidad y el derecho al ser

 

Las tres cosas tienen mucho en común: la primera, todos tenemos un valor como personas; la segunda, ese valor lo procuramos o lo destruimos nosotros mismos; y la tercera, todos tenemos derecho a realizar lo que humanamente y desde nuestro valor lo consideremos pertinente.

Lo que quiero aterrizar con esto es que la única persona que se valora o se desvaloriza eres tú mismo.

Nadie te rechaza, tú te rechazas; nadie te humilla, tú te humillas; nadie te desvaloriza, tú no te valoras y así puedo seguir enumerando un sin fin de acciones.

Lamentablemente así escriba una lista de pergamino, eso no te va a hacer ser diferente, porque quien quiere ser diferente, actúa, pone empeño y modifica a pesar de la circunstancia.

Yo te invito a que te eches un clavado a tu amor propio: si tuvieras un parámetro del uno al diez ¿cuál sería la calificación de tu amor propio? No te asustes si repruebas, eso es bueno porque ya te diste cuenta de que te falta amarte, valorarte, quererte, procurarte.

¡Empieza ya! Con pequeños o grandes detalles que van a transformar tu vida y la de tu entorno, por ejemplo: mírate al espejo y di a ti mismo: “¡Te amo!”. “¡Qué belleza eres!”. “¡Eres valioso!”. Y te vas a dar cuenta que sucede la magia y todo lo verás diferente; por lo tanto, el mundo se modifica porque tú modificas.

Con prácticas tan simples, pero tan trascendentales vas a aumentar tu valor, por ende la dignidad humana acrecentará y el ser se convertirá en una vida plena.

Pareciera que hoy solo he escrito locuras, puedes tomarla como gustes, lo importante es que lo practiques y veas qué sucede en tu entorno.

Queremos niños felices, parejas felices, familias felices y si tú no eres feliz ¿cómo pretendes que tu entorno lo sea?

Nada viene de fuera, todo comienza por dentro; la transformación es un espiral; eso somos espirales energéticos y todo empieza de dentro, así que a trabajar en nuestro amor a sí mismos para poder amar a los demás.