Cultura de la simulación

Hace unos días terminé de leer “Mil besos”, de Fernando Rivera Flores (2011, Presidencia Municipal de Pachuca), molesta con el autor por generarme esa sensación de vacío de una historia inconclusa y simulada.

Conforme pasan los días comprendo que ese pudo ser el objetivo del autor.

La historia tiene como protagonista a un hombre de casi 50 años que se considera viejo, cínico, destila clasismo y machismo conforme pasan las hojas.

La obra se termina en lo que conocemos como «de una sentada», porque el lenguaje es simple, descriptivo de lugares pachuqueños que nos permite identificarnos.

Poco a poco el personaje crece, cambia, modifica su rutina y se vuelve más audaz, egoísta, pero esperanzador.

La manera en que nos envuelve en promesas de un futuro cercano más feliz y nuevo es motivo para seguir leyendo y preguntarnos qué pasará con los personajes que están cercanos al protagonista.

Y al final, pues nada… ¡¿Y qué culpa tiene el autor de mis expectativas?!… Pura simulación.

Y así nos sucede en muchos aspectos de nuestra vida, usted está creyendo que un cambio administrativo en su trabajo le traerá nuevos beneficios… Y nada.

Aquél escritor o escritora joven que pone todo su empeño en generar una obra para ganar un concurso estatal y que al final la publiquen -si bien le va- en una editorial de poca monta, y solo porque es propiedad de un funcionario de Cultura. Así de hueco.

Quien llega a la oficina pone el dedo en el checador, prende la computadora, busca su música, abre uno que otro documento, se levanta a tomar café con los compañeros para ver pasar cuatro otras del día, y al final saber que no hizo nada.

Las personas que un día amanecen con todo el ímpetu para pagar un año en el gimnasio, sin volver más que para una que otra foto. Nos mentimos.

Ya ni hablamos de cifras maquilladas, acciones alcanzadas en materia turística, cultural y de empleo. ¿Cierto?

Así puedo nombrar un sin fin de ejemplos de la cultura de la simulación, porque no vamos a negarlo, se ha vuelto un acto constante, a veces imperceptible para los otros, o ya ni si quiera tomado en cuenta.

Y sí, aunque el protagonista hiciera los planes para vivir de otra forma, las decisiones de otros y la falta de congruencia lo llevan a decir «aquí no pasó nada».

¿Usted en cuántos actos de simulación ya se ubicó? Pero como lo dice Aute: “Qué cosas se me ocurren, todo esto es tan pueril…”.