El culto a la muerte en México
Costumbre mexicana que se pierde en la bruma de la historia, es la festividad de muertos, surgida del mestizaje entre la concepción cosmogónica prehispánica, y las prácticas cristianas traídas por los conquistadores, su sedimento autóctono, se desprende de la creación del hombre por Ometeotl, la deidad dual, que ayudada unas veces por Quetzalcóatl y otras por Tezcatlipoca crearon al hombre después de varios ensayos de vida y muerte y con él, a su alimento, el maíz.
Cada creación fue una era o sol caracterizada por el tipo de hombres y alimentos, el primer ensayo, llamado sol de tierra, fracasó por la imperfección de su habitantes y su alimentos y se destruyó cuando los jaguares devoraron a los hombres; en el segundo sol los hombrecillos mal creados, fueron lanzados por los aires después de un vendaval; en el tercero conocido como sol de fuego los hombres tampoco alcanzaron perfección y perecieron por una gran lluvia de fuego, en el cuarto, denominado sol de agua, las criaturas se ahogaron por un gran diluvio.
Vino entonces el quinto sol, el sol de movimiento. el Nahui Ollin, en que a los hombres creados, se les entregó la planta del maíz para su alimento, la que requirió para germinar, tanto de la luz y calor del sol como de la humedad de la noche, por eso, cuando aún era de noche y no había luz, se convocaron, se llamaron los dioses allá en Teotihuacán donde crearon dos luminarias, una grande y radiante que domino el día y otra de luz disminuida que llamaron Luna, pero ambos cuerpos celestes debieron moverse a fin de generar periodos de luz y sombra, día y noche y su movimiento requirió de la sangre de los dioses, condición que al morir encargaron a los hombres a fin de el sol no detuviera su macha, práctica de muerte que permitió la vida.
Imposible fue para los misioneros erradicar esa costumbre sincretista que ha permeado hasta nuestros días y se patentiza en la llamada festividad de muertos, fecha en la que cada hogar se convierte en templo y erige en él, un altar para celebrar a sus difuntos cual si se tratara de dioses lares (dioses familiares) a los que agradece la cosecha del año –la fiesta de muertos celebrada a finales de octubre y principios de noviembre se realizan cuando ya se ha obtenido el producto de las cosechas en el centro de México– y esta sacralización, se traduce en ofrenda de comida de bebida de oraciones y pleitesía.
Por todo lo anterior, México es el país de la muerte, manifestada en los usos y costumbres que hoy nos llenan de asombro pero también de fervor hacia nuestros muertos.
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SJA