Ya me caí, ¿y si no me repongo?

Muchas veces las cosas no salen como lo hemos soñado. Soñamos en ese momento en el que todo saldrá bien o en el que el éxito o los beneficios que queremos, finalmente se verán concretados. Con esos sueños, se despierta una emoción de planear algo e inclusive hacernos sentir esa adrenalina por crear o cerrar un trato. Al final, esto nos da ánimos para levantarnos y esforzarnos aún más para que las nuestros sueños se cumplan. Pero, ¿qué pasa cuando ese algo, lamentablemente sale mal?

Hay una frase muy conocida y hasta libros del “no lo vi venir”. Esta acción de «no lo vi venir» es lo que desafortunadamente se convierte en el problema. No vemos venir el qué pasa si no es tal y como creemos que van a ser las cosas.

Ahí entra la frustración, el enojo y muchas veces hasta la negación. Alguna veces solo queremos voltear hacia otro lado y no ver cómo sueños, ideas, ganancias y un gran esfuerzo se han roto. Es más, en el momento no queremos ni aceptar que algo se ha roto y nuestra trabajo asimilar lo que ha pasado.

Un empresario debe tener claro que tiempo es dinero. Y el tiempo que no ocupa para aprender de errores y reponerse, también lo hará quedarse atrás. Entre más rápido entienda que hubo un error, lo reconozca y decida voltear a ver todas las piezas rotas y empezar a armar algo nuevo con todo lo que queda, más rápido será su recuperación.

Cuando soñamos que haremos el negocio de nuestros sueños y hasta las ganancias nos gastamos y a la mera hora no sale, pues lo primero que tendremos que ver es cuanto debemos de aquello que no tenemos ni tendremos.

La negación debe ser una etapa de este duelo que nos debe durar muy poco. Como ya lo hemos platicado, hay muchas partes involucradas en nuestras empresas y no pueden esperar a que nos sintamos mejor. Recordemos que las deudas existen, los salarios siguen corriendo, los trabajos están vigentes y los compromisos no esperan. Con esto no quiere decir que no nos sintamos tristes, al contrario, debemos usar esta tristeza para reflexionar qué es lo que nos salió mal, qué no vimos, qué nos paso y quizás preguntarnos ¿abusé de confiado?

Lo más importante es reconocer que algo está pasando. Sino vamos por la vida culpando al otro, «es que el cliente no me pagó», «es que se rajó», «es que el proveedor no hizo», es que…¡NADA! Al final los responsables, nos guste o no de las empresas somos nosotros y un error de cualquier área recae en nosotros. Nadie va a venir a decirme, «ten aquí está mi parte de culpa para tu nómina». Entre más queramos perder el tiempo en encontrar culpables, más tiempo perderemos en encontrar soluciones y más dinero perderemos.

Con esto quiero decir que cuando un empresario tiene una decepción y un fracaso es capaz de sobreponerse, pero siempre y cuando asuma su rol y responsabilidad. Primero que nada debe tener la cabeza fría, no asumir nada y ver con claridad qué pasó. Seguro, comprender por qué las cosas se dieron de esa manera; tercero pensar en qué puedo aprender de lo que me pasó y qué me queda para poder reconstruir o arreglar el daño. Sin embargo ño más importante será pensar en qué voy hacer de aquí en adelante para que no me vuelva a pasar y volver a construir mis sueños.

 

 

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