Fotografía: Nelly Téllez

 

El municipio de Atotonilco el Grande se ubica a poco más de 30 minutos de la capital hidalguense, el trayecto es muy agradable porque la vegetación abunda en los alrededores y la monotonía de los edificios comienza a olvidarse y el espíritu fluye con esa tranquilidad que ofrece el paisaje.

El municipio recibe con los brazos abiertos a los visitantes, eso reflejan las flores, la fuente y el nombre del municipio que acompañan el letrero de “Bienvenidos” que está en la entrada y que inevitablemente le sacan a los visitantes una sonrisa. Pero el trayecto no termina ahí, ya que para llegar a la cabecera faltan aún unos minutos.

Al llegar, lo primero que sobresale son sus panaderías, sí, de ese pan característico de Atotonilco el Grande tanto en sabor como por su espectacular tamaño, porque llegan a ser cinco o hasta 10 veces más grandes que una pieza normal y que se deben sostener con ambas manos si se quisiera dar una gran mordida para degustar un bocado espectacular.

Dividiendo el cielo se encuentra el templo y exconvento de San Agustín, que es de un estilo modestamente encantador, aunque un poco desgastado por el tiempo. La puerta de madera le hace juego y pese al tiempo se mantiene firme e imponente con su altura y sus grabados geométricos para darle una identidad a esa madera que debe resguardar celosamente a los santos y feligreses.

Frente a este exconvento se encuentra un parque público; pero curiosamente pasando la calle a un costado se ubica otro parque. Sin embargo, algunos habitantes comentaron que el parque frente al exconvento formaba parte de esta orden agustina y era la entrada principal, aunque con el tiempo se acondicionó para ser un parque público.

La gente le tiene amor a su tierra, se nota por todas esas personas que usan los recursos que se generan en la región para crear productos, generar trabajos y fortalecer la actividad económica a través de atraer a más turistas cada vez a fin de crecer.

 

SJA