Fotografía: Edén Torres 

 El Mijkailiutl o Xantolo, también conocido como la celebración del Día de Muertos en la Huasteca Hidalguense, es una tradición de más de cuatro meses de preparación y dedicación, ya que para los pobladores una ofrenda cada elemento que se coloca tiene un significado, festividad que acaba con el destape de los huehues para dar por concluida la fiesta formalmente.

Para reflejar esto, en la plaza principal en esta ocasión se recreó a gran escala las piezas de barro que elaboran artesanos de la región con motivo del Xantolo, de igual manera se ofreció un ambiente lo más fiel a la esencia de la tradición prehispánica para recordar y alimentar a los muertos, aquellas personas que partieron al más allá y que para consideración de los vivos, unos se van antes y otros después; pero al final de cuentas todos vamos para allá, pues la huesuda no hace distingos y a todos nos habrá de llevar.

Para los habitantes, el Xantolo es una verdadera fiesta y donde la muerte parece cobrar vida con el cempasúchil, con la quema del copal, con el ritmo huapanguero que alegra los bailable de los huehues, en los cuales participan tanto niños, como adolescentes y adultos que asumen con respeto y alegría su papel.

Todo inicia el 24 de junio con el Día de San Juan Bautista con la siembra de la milpa con semillas de la flor del muerto, cempasúchil o cempoalxochitl. Para el 29 de junio en el Día de San Pedro y San Pablo se comienza la engorda de los animales que se usarán para la preparación de los platillos a colocarse en la ofrenda.

El 29 de septiembre en el Día de San Miguel se realiza la primera tamaliza para la elaboración de los chichapales que no son otra cosa que una olla de barro donde se cocerán los tamales para el Xantolo. El 18 de octubre el Día de San Lucas se cortan los racimos de plátanos para que estén maduros en la ofrenda, así componen una ofrenda para agradecerle a la tierra por lo que ha hecho y pedir que la celebración se lleve sin problemas.

El 30 de octubre en el Día de las Flores se comienza la construcción del arco que se colocará en la ofrenda, se dispone de mesas o cajas para construir cuatro pisos que representan la niñez, la juventud, la adultez y la vejez y se comienza a vestir el recinto.

De esta manera el 31 de octubre se dedica a las y los niños o angelitos, mientras que el 1 de noviembre es para loa difuntos grandes, para ambos días se debe barrer muy temprano la casa y el patio, al mediodía los familiares hacen un camino de flores cempasúchil desde la calle hasta donde está la ofrenda para guiar a las almas y para que no se pierdan se prenden veladoras.

El 2 de noviembre, Día de la Bendición de los Difuntos, a mediodía en el panteón se celebra una misa para despedir a las almas y pedir por su eterno descanso, sobre las tumbas se coloca comida y comparte entre loa vivos la comida mientras el compás de los músicos alegra el momento.

El 30 de noviembre, Día de San Andrés, se hace la última ofrenda por la noche de lo que se conoce como Xantolo chiquito, pues se hace el destape de los coles, huehues o disfrazados que participaron en las fiestas del Xantolo y con un alegre baile a los huapangueros uno por uno se les rocía aguardiente para retirarse las máscaras para dar por concluida la celebración.

Cabe mencionar que la calle principal del centro de Huejutla de Reyes estaba decorada con docenas de guías coloridas haciendo alusión al típico y tradicional papel picado. En la plaza principal se colocaron figuras grandes que representaban perfectamente la vestimenta típica de los huehues.

Y por la noche de ayer se realizó una increíble despedida de la celebración del Xantolo en Huejutla de Reyes bajo la promesa de que el próximo año será aún más espectacular, pues tras el encendido de las dos mil 18 veladoras se aderezó con un espectáculo de pirotecnia que iluminó el cielo por alrededor de cinco minutos de manera continua para el asombro y deleite de los cientos de asistentes que se dieron cita a tan importante celebración en el marco del Día de Muertos.

Finalmente hay que destacar que la deidad de la lluvia y el rayo, Tlaloc, fue benévolo y permitió que esta fiesta en honor a todos los difuntos se llevara a cabo y sin apagar el pabilo de las más de dos mil velas que se encendieron con la ayuda de las y los asistentes. Tal vez por eso la mañana de este viernes amaneció lluviosa para que por la noche las nubes no se deshicieran.

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